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Les confieso que el escenario no fue el que yo esperaba, primero en cuanto a público y luego en lo referente al fútbol. En los 90 minutos, sólo vi a San Lorenzo y no a Tigre, un equipo que dio la impresión de que fue a ser testigo de cómo jugaba su adversario, sin tratar de cambiar el destino que lo llevaba al matadero. Si bien San Lorenzo marcó dos goles en dos minutos, en el resto del primer tiempo pudo haber alargado el score a cifras que le hubieran dado mucha tranquilidad. Y eso le hubiera permitido ni siquiera pensar en la actuación del árbitro. Es que el principal culpable de que el resultado haya sido sólo un 2-1 fue un San Lorenzo que no supo aprovechar su clara superioridad futbolística. No tuvo eficacia para cambiar por goles las ocasiones que se le presentaron en el primer tiempo, y tampoco de hacerlo en los últimos 20 minutos de juego en cada contraataque. Les decía antes que los más perjudicados en el sorteo de este triangular son los de Boedo. Sin embargo, en la produccion del miércoles demostraron una gran superioridad contra el que a priori era un muy difícil adversario, que esta vez lució desconocido. Y en estas ocasiones, en las que se habla mucho del cansancio por jugar tres finales en seis dias, algunos se olvidaron de mencionar que existen las reservas morales y físicas. Esas que no creemos tener, pero que sí están en el fondo de nosotros mismos. ¡Cuántos darían lo que no tienen, aunque estén vacíos, por jugar un partido por el título, en un estadio lleno, con buen tiempo y un adversario difícil y duro para así cumplir el sueño de campeón!